lunes, 1 de febrero de 2010

Escribir en el aire*


Con el ánimo de hablar sobre el Perú y sus paradojas, inauguro junto con el nuevo año esta columna. En el año que pasó tuve la oportunidad de compartir en dos universidades, con distinto público, reflexiones sobre el nacionalismo. El nacionalismo no es fácil de explicar, esa supuesta identidad propia de un país que resuelve las históricas diferencias culturales, religiosas, lingüísticas, etc. de sus pueblos, que no es una ideología, pero muchas veces es vista como tal, pierde su condición de relativo a la construcción de Estado-nación, luego de la separación de la tutela colonial, o de comunidad imaginada, cuando hablamos con profesionales que se capacitan en ciencias sociales para comprender la realidad del país.


Si la noción se discute con profesionales que provienen de las ciencias sociales se pone énfasis en la diversidad de identidades, en nuestras múltiples culturas, costumbres, lenguas, dialectos, nuestras particularidades, nuestra multiculturalidad, el hecho de ser quechua (del centro, norte, sur), aymara, chanka, asháninka, nomatsiguenga, awajún, ashuar, chayahuita, piro, yine, norteño, costeño, afrodescendiente, limeño, de los sectores emergentes, producto de la migración, migrante extranjero o descendiente y un largo etc, y de por qué no nos hemos puesto de acuerdo con toda nuestra diversidad para convertirnos en nación, porqué no hemos saldado nuestros históricas dificultades y conflictos nacionales de ser un país formado principalmente por indígenas, mestizos y criollos, de grandes contrastes y diferencias aún cuando tenemos casi 200 años de declarada independencia.


Cuando intercambiamos ideas con aquellos que probablemente no provienen de las ciencias sociales su impresión del nacionalismo es que nos referimos al fanatismo de quienes se adjudican la representación de un país, la izquierda radical, Ollanta, los extremistas, y si hablamos de países andinos o de América del Sur, de Evo, de Correa, de Chávez y hasta de Fidel, de los socialistas desde Mariátegui hasta los ecologistas radicales y todo aquello que los medios, la televisión o los periódicos presentan como una imagen de lo que no debe pasar en nuestro país. Nacionalismo también puede ser sinónimo de cerrar las puertas a la inversión extranjera, a los TLC, de rechazo a las industrias extractivas, de rencor con Chile, nacionalismo siempre puede convertirse en fanatismo, peligroso y exacerbado. Así, las ideas ya no significan lo que los científicos sociales dicen, sino lo que los medios quieren que signifique, lo que en términos de los estudios comunicacionales se ha denominado la “agenda setting”, ellos ponen la “agenda” y también los significados.


Más difícil aún será debatir sobre una noción que pretende integrar más allá de las fronteras de lo nacional y los nacionalismos, como el “Allin Kausay” o “Sumaq Qamaña”, palabras que significan excelencia de vida o vivir bien, idea central de los años 90 que para muchos suena a unas cuantas palabras en quechua o aymara, pero que integra lo que queda de la vida comunitaria y su vínculo con los recursos de la naturaleza con el que coinciden las naciones centro andinas como son Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, agrupadas en torno a la CAN y a otras redes políticas entre sus poblaciones indígenas. Digo bien lo que queda porque es verdad que en muchas partes las poblaciones indígenas y las relaciones comunitarias se encuentran en proceso de paulatina desaparición o de radical transformación.


Para muchos es sólo una excentricidad más de los que se autodenominan indígenas, que reinventan sus orígenes ancestrales, como cuando los españoles utilizaron la palabra utopia para representar la sociedad ideal que el Tahuantinsuyo significó. Sin embargo, para la comunidad internacional, esta noción empieza a cuestionar la clásica definición del desarrollo y de derechos económicos, sociales y culturales, de los cuales el centralismo se olvida. Tendra el Allin Kausay lecciones que darnos respecto al cuidado del medio ambiente y el planeta como parte de una definición más amplia de desarrollo que no se fija en las fronteras de lo nacional. Los incrédulos todavía piensan que existen mucho de idealismo y de política en dicha noción que aún no es posible apreciar cómo se articula en la práctica. Sin embargo, la historia nos enseña que para que exista un movimiento social se necesitan ideas articuladoras que ayuden a perseguir objetivos definidos respecto a las formas de vida ideales, de allí su potencial integrador. Es así que las organizaciones indígenas en Bolivia, el país con constitución multicultural llevan ya un tiempo impulsando su debate como lo evidencia el último encuentro de Yachachiqs o sabios.

Léalo también en http://visionesdeldesarrollo.lamula.pe

* En alusión al sugerente texto de Antonio Cornejo Polar Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. (Lima: Editorial Horizonte. 1994)

No hay comentarios:

Publicar un comentario